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Nada serio, como se puede suponer

Él estaba allí para recibirnos

El amo del territorio, blanco y de ojos azules, mirada curiosa y desconfiada, nos acompañaba en nuestro paseo de reconocimiento todo el rato, en principio sin acercarse ni alejarse demasiado.

Lo conocemos, es el mismo que aguantó a nuestro lado el ruido ensordecedor; el que no se marchó a pesar de la agitación y el movimiento de quienes trabajan con prisa y sin pausa, probablemente para beneficiarse devorando a alguna víctima cuyo refugio había sido destruido; el mismo que estaba allí, mientras seguíamos destrozando ese pequeño mundo.

Como espectadores, desde lo alto podíamos ver como huían algunos desahuciados cruzando la frontera. No todos lo lograron. Él estaba satisfecho.

Tal vez por eso permaneció a nuestro lado, juguetón, cuando descansábamos al final del trabajo, a pesar de que se le lanzaran guantes y se amagara con persecuciones.

Tal vez por eso, acostumbrado a nuestra extraña presencia, nos acompañó en el reconocimiento de la tarde noche; mientras examinábamos escrutadores su territorio, que ahora había cambiado tanto.

Magnánimo, caminaba con nosotros entre orgulloso y agradecido y luego nos despidió con una última mirada desde lo alto en medio de la carretera.

Si no pierde alguna batalla, allí estará la próxima vez para recibirnos y permitirnos entrar en sus dominios.